Cosas que hacer cuando estés muerto
No sé por qué algunos lo llaman fetichismo; es como si se quisiera ilustrar de perversión una práctica que, en vez de enlodarnos, habla mucho de quiénes somos. Me refiero al afán de hacer perseverar en nuestra vida objetos que fueron de interés: la caja de cerillas de un hotel, la tarjeta de un club de jazz, incluso el robo de una frase literaria. El hombre tiene el arranque de saberse muy por encima de la transitoriedad; por eso pelea por retener, en el hormiguero del alma, lo que puede. A Virginia Woolf le escandalizaba que el mundo pudiera perdurar tras su propia muerte. El New York Times trajo, el pasado fin de semana, un artículo apasionante, de Rob Walker, con un título transgresor: Cosas que tienes que hacer en el ciberespacio cuando hayas muerto. El asunto refiere la costumbre contemporánea de rechazar diarios y cajas de zapatos rellenas de fotografías, por la redacción de reflexiones online en blogs y redes sociales. Lo malo es que, cuando uno se muere, deja en el ciberespacio un sinfín de información.
Mac Tonnies, 34 años, bloggero de prestigio, murió inesperadamente de un ataque al corazón. Sus padres se vieron sorprendidos por la infinidad de lazos de amistad que había establecido con gente que desconocían. Se les entregaron 10 gigabytes de material relacionado con su hijo. Una de las ciberamigas relata que «Mac fue la única persona con la que mantuve una verdadera relación, y nunca nos habíamos visto». Hay más:
Entrustet, una empresa creada por un par de norteamericanos que frisan los 23 años, garantiza el password del usuario para «preservar el núcleo de la marca personal»; es decir, en caso de deceso, la empresa pone en marcha un incinerador de información de la propia cuenta (datos que e usuario nunca hubiera querido que se supieran).
Las reflexiones son inevitables: ¿qué nuevo tipo de conexiones sentimentales se generan entre personas sin los marcos de relación que hasta ahora conocemos, el cuerpo y la geografía? ¿Soy un yo diferente al que se mueve en la Red? Se me ocurre apuntar una recomendación a los nativos que har crecido en la era web y privilegian la inmediatez y la sobreexplotación del ego: aprovechad los blogs para proponer una visión del mundo profundamente humana, y tened a mano siempre ur cuaderno de anillas en el que apuntar esas frases que nunca serán volanderas.
Javier Alonso Sandoicél
Alfa y Omega. 13 de enero de 2011.
Compartido por Consuelo R.
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