A menudo me he preguntado por qué los seres humanos solemos encerramos en una soledad hermética que tanto dificulta el contacto con los demás. Es una soledad compacta, trenzada con mimbres diversos que se entrelazan hasta formar una coraza resistente que nos aísla del mundo exterior. Los mimbres engordan con el paso de los años pero desde muy pronto ya están allí, supuestamente para protegernos de los demás. Desde que nacemos nos convencen de que somos muy diferentes de quienes nos rodean, como desde la infancia nos enseñan a desconfiar de nuestros sentimientos porque son supuestamente irracionales y por tanto potencialmente peligrosos; empieza la represión del sentir y la imposición del ego individual que nos otorga una determinada imagen- una protección- frente a los demás. Desde allí aprendemos a relacionarnos con el mundo con una mezcla de pudor- no mostramos nuestros verdaderos sentimientos por si molestan a los demás- y de desconfianza- cuanto menos mostremos de nosotros mismo, menos vulnerables seremos. Si la imagen tras la cual nos escondemos se parece poco a nuestro verdadero ser, la distancia que sentiremos de cara a los demás será muy grande. Entre ellos y nosotros mediará un abismo, aún cuando estemos a pocos metros de distancia.
Cuando somos niños, los adultos no parecen respetarnos demasiado: se nos dice implícitamente que ...
Elena Punset

0 comentarios: